Page 26 - CONEXUS - Septiembre 2011

Basic HTML Version

OPINIÓN ACADÉMICO UNAP
Dr. Jorge Arenas Charlin
“Recobrando Nuestro
Patrimonio Genético”
En el norte de Chile si bien la agricultura no es
muy relevante por las superficies cultivadas, lo es
por la alta variabilidad de especies que están
adaptadas a diversas condiciones
ambientales: salinidad del agua y el suelo, alta
radiación solar y escasez de agua.
Hace unos meses la visita del Ministro de
Agricultura, quien clausuró un proyecto que
buscaba la determinación de origen para el limón
de Pica, abrió nuevas interrogantes y, sin duda,
visibilizó a nivel nacional un gran logro alcanzado
gracias al trabajo en conjunto entre agricultores,
organismos estatales, autoridades y la
Universidad Arturo Prat.
De esta forma los productores de limones en Pica
y Matilla, se transformaron en los primeros en
hacer uso en Chile, tras un estudio efectuado por
investigadores de la Universidad Arturo Prat, de
la ley que protege los cultivos que genéticamente
puedan diferenciarse de otros similares, evitando
con ello que se vendan "limones de Pica"
producidos en los valles de Azapa o Huasco.
En este escenario se abren nuevas posibilidades
para que otros cultivos puedan tener protección
en este aspecto, como es el caso de la vid de la
Pampa del Tamarugal, pues en estos momentos
se han encontrado plantas que genéticamente
difieren de las de la zona central del país y se
está investigando si tiene algún origen conocido
Un tercer cultivo que tiene un registro de
variabilidad genética en esta zona es el maíz, del
cual existen registros de alta variabilidad genética
en los distintos sectores agrícolas del norte de
Chile, situación que fue constatada en un estudio
que realizó el INIA (Instituto de Investigación
Agropecuaria) durante la década del 80 del siglo
pasado.
Todos estos, son ejemplos del gran patrimonio
genético que hoy posee el norte y su gente que si
bien es tan importante como la minería, hasta hoy
no se le ha otorgado valor, especialmente si
pensamos que puede ser utilizado por las
trasnacionales para la producción de cultivos
adaptados al desierto y que aprovechen la renta
asociada a estos recursos genéticos.
En estos momentos, en lo que respecta a la ley el
Decreto 169 de la OIT protege a los pueblos
originarios y sus territorios, cuidando del
patrimonio natural de los agricultores. No
obstante, el Estado debe tener un rol más
preponderante para salvaguardar la protección del
capital genético vegetal de la precordillera y el
altiplano, garantizando además que los beneficios
obtenidos sean aprovechados por los cientos de
agricultores y familias, que en la actualidad dan
vida con su esfuerzo a las arenas del norte. La
región debe, por tanto, cuantificar su patrimonio
genético y permitir que este se transforme en una
fuente de mejor calidad de vida para sus
habitantes.