La Nave Vieja

La Nave Vieja

Antonio Orrego Barros

Era un día como este;
ya despuntaba el alba,
bien tranquila y helá con too el frío,
que trae la mañana.
El cielo despejao
y sis mas bruma que una ñebla escasa,
que si arrastraba por la punta e pieiras
y oscurecía ese peazo e playa.
Y too tan tranquilo,
la mar plomiza en calma;
¡no se oía más ruido que el alerta
e los guardias peruanos en la playa!
Las farolas del pueblo parecía
que con ojos sangirentos nos miraban,
pero too tan tranquilo, tan callao,
que ya tanta calma iba dando rabia.
Iban ya quince días e bloqueo,
y cinco hacía que partió l'escuaira
con rumbo al Norte y nos ejó arrumbaos,
como algo inútil pa librar batalla.
Y se oyó e repente un cañonazo,
como en señal di alarma,
y toititos subimos a cubierta
con la alegría retratá en la cara.
¡Ya vienen los cholos!
Y pal Norte, bien lejos, enseñaban
dos blancos penachos,
que en la ñebla curiche resaltaban.
-¿No l'ije compaire
que di hoy no pasaba?-
mi habló ño Barrías,
un gallo d'esos que no entienden guares.
-A mi ver, compaire,
la cosa está mala;
mas ni en que si haga l' "Esmeralda" astillas,
no hay que aflojar, ni en que güitriemos l'alma.
-¡No hay qui aflojar! -nos replicó Juan Torres-,
y si no fuera por mi pobre Juana,
a ver si acaso me importaba un pucho
e mal tabaco me arrancaran l'alma.
Y empezó la tambora
a tocar las armas
y nos fuimos formando di uno en uno,
con l'arma al brazo y el morral con balas.
Y habló mi comandante
e ijo unas palabras
d'esas que icen los que frente a frente
miran la muerte y no les tiembla el habla.
Y jueron sus palabras:
-Muchachos, ¡la contienda
es desigual!; pero ningún chileno
ha arriado la bandera.
Mientras yo viva, flamiará en el tope,
y espero, en cuanto muera,
qui han de saber cumplir mis oficiales
y mantener l'enseñanza.
Dei se quitó la gorra y gritó: -¡Viva!-
y un ¡Viva chile! estremecio las aguas,
y nos juimos caa uno pa su puesto,
con l'esperanza di abordar el "Huáscar".
Y por la mar tranquila
seguía l'Esmeralda,
toos en su puesto, en el cañon de proa
yo, ño Barrias y otros tantos guainas.
-Mire, compaire, que allá viene...- ¡Plum!,
y vi formarse un torbellino di agua.
-Compaire, yo la vi, jué di a trescientas.
¡Y la pajita pa sumirse en l'agua!-
¡Viva Chile! -gritamos- ¡Viva Chile!
¡Caray, que pena! ¡La perdiste mi alma!,
-Así se apunta, cholo bruto...- ¡Pum!,
y rebotó la bala en la coraza.
¡Si están mas enfierraos, que da mieo!
Aver si est'otra no les entra al alma.
Y retumbó el tiro,
mirando aquel aujero...
pero el mesmo tiempo,
una graná, con una bulla el diablo,
se coló de sopetón pa'entro.
Ejó la tendalá,
yo mesmo vi los muertos:
cuerpos partíos y cabezas rotas;
pu'aquí quejíos y pu'alla braveo,
y el camarote e mi teniente Uribe
sin ni una astilla pa contar el cuento,
y mi teniente, múo.
Benaiga l'escapá,
un poquito antes, no le eja ni esto.
La metralla barría la cubierta
lo mesmo que aguacero:
unos queaban por mitá partíos,
otros queaban con las piernas menos,
y toítitos gritando: -¡Viva Chile!
¡Viva el roto chileno!-
Y miré pa la mar, y vi perderse
la "Covadonga" a reventar calderos;
s'iba arrancando bien pegá a la costa
y etrás l' "Independencia" en seguimiento.
Y m'ijo al compaire:
-Agüaite, agüaite, que s'está escondiendo.
Y miré al monitor y no vi ná,
más que la torre de punto fierro,
y se nos vino de hacha
y él m'ijo: -Nivelemos,
que en cuanto llegue li acerrajo un tiro
bien de cerquita, y en despúes veremos
a ver si acaso no li llega al contri,
ni en que lo tenga de purito acero-,
¡Si jué un quiñazo paire!
Jué lo mesmito que si el mesmo infierno
nos hubiera tragao, hecha astillitas,
y bien a oscuras, entre el humo negro.
Y llegó un grumete
ya sin na e resuello:
-Mi teniente Serrano... Mi teniente...
Y me teniente l'ijo: -¿Que hay de nuevo?
-Se jué mi comandante al abordaje
con mi sargento Aldea,
y allí los arrollaron a balazos;
mi teniente, por Dios, quien lo creyera...
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La pena jué bien grande:
eran amigos viejos,
y yo vi que lloraba mi teniente
com'un chiquillo nuevo.
Mas con la pena nos bajó más rabia,
qui un dolor en la guerra no da mieo:
por lo contrario, da mayor coraje...
¡Y esa jué banderilla
que nos clavaron en mitá el pecho!
Y se queó mirando
al "Huáscar", qu'iba lejos...
Y d' el grito con rabia:
-Yo mato a Grau... lo vengo...
Tiró sus planes, y nos ijo aa toos:
-¡Vamos pa'llá... vamos pa'llá... venguémoslo!-
Y por entre los palos,
y por sobre los muertos,
engüelto en l'humo, con l'espá desnúa,
com'un loco lo vi partir corriendo.
Toititos lo seguimos,
saltando astillas y pisando muertos,
entonces vi que mi teniente Uribe
ya'staba en la toldilla de gobierno
y llamaba a oficiales
pa tener consejo.
Cuando oyeron el toque di oficiales,
el "Huáscar", paró el juego;
tal vez que se soñaron esos cholos
de qu'iba arriarse el tricolor chileno.
Y con la calma nos bajó la dúa:
¿y qué irá el consejo?
¿arriará la bandera? ¡Jamás, nunca!
iciamos a un tiempo;
pero luego iciamos: ¿quién sabe?
Y nos daba más rabia el suponerlo:
si era com'una afrenta...
¡Mil veces, antes que rendíos, muertos!
Y d'el trepó al mesana
corriendo un marinero.
¿Qu'irán a arriar la bandera?, nos iciamos,
¡Ese era nuestro mieo!
Pero se oyó el retumbo del martillo.
¡Está clavando el pabellón chileno!
E izaron en señal de guerra a muerte
en el palo mayor, el trapo negro
y toitito gritamos: -¡Viva Chile!
¡No se rinde un chileno!
Y se cumplió lo qu'ijo el comandante,
y al tiro el "Huáscar" nos rompio sus juegos,
y vi venir al monitor de frente,
y li apunté e nuevo,
y vino el choque y se sintió el crujío,
y golvió el humo negro,
y naide supo del que'staba vivo,
y naide supo del que'staba muerto.
Mi teniente Serrano,
con doce marineros,
se le jueron como hacha al abordaje.
Iba a vengar al comandante muerto,
y toítitos seguimos,
pero a too caldero.
El monitor echó la reculá,
y se jué mar aentro.
Me hablaron a mi lao:
-Compaire, ¡que me muero!
Si es qui usté vive, igale a la Juana
qu'en sueldos ejo unos sesenta pesos-
Era Juan Torres, yo lo vi boquiando.
¡Dios lo tenga en su reino!
Y mi teniente Uribe en la toldilla,
múo y taimao. com'un lion di acreo,
a caa nueva desgracia nos gritaba:
-¡Viva Chile, muchachos!
¡Nu hay que rendirse y ailante el juego!-
Ya no habían cartuchos,
ni siquiera a fogueo,
pero toos iciamos a una:
-¡Viva Chile! ¡Aliante! -¡Viva Chile!
¡No hay que para el huego!-
Y subió el gringo Hyat,
too tisnao e negro;
al salir a cubierta,
se queó helao con tantazos muertos.
-¿Qué pasa?- l'ijo mi teniente Uribe,
Y él respondió: El caldero
se jundió, mi teniente y he subío
pa saber lo qui hacemos.
-¿Lo qui hacemos? ¡morir! -Y al pobre gringo
se l'entro la habla y se queó bien lelo.
Mas era e nuestro temple:
murió com'un chileno.
Una graná lo repartió hecho tiras
y pa los cuatro vientos.
Ni una sola palabra mi teniente icía
ni se escuchaba ni una voz de mando;
toos pensando en la muerte,
toos en silencio y toos resignaos.
Cuando e ve la muerte tan cerquita,
y el alma más se nos apega al trapo...
Yo creída por momentos
ver patentito el interio del rancho:
a mi mamamita con su mat'en leche,
y mi taitita con su pierna e palo,
y a mis chiquillos y a mi pobre china,
y a toa la gente que ejé allá abajo,
y que toos pensaban en mi suerte,
y a toos los vi llorando.
¿Quién les dará un consuelo?,
¿u quién será su amparo?
Y en la playa los cholos bien re múos:
¡estaban asombraos!
Ya ni echaban vivas,
a caa graná que nos trozaba el barco.
No se oía más ruío,
en toitito el espacio,
com'un gemio largo,
que'l clamoreo "¡Viva Chile, viva!"
y toos esperando allí la muerte
toos en silencio y toos resignaos.
Y dei se vino el monitor de frente
echando espumas com'un toro brao,
y los últimos juímos pa la popa
pa ver el resultao,
y sis icir palabra,
toititos nos contamos
y ni éramos cincuenta,
e los docientos bravos.
Y la bandera al tope
del palo e masana.
En la toldilla mi teniente Uribe,
más engallao qui un cañon de balas.
Y mi guardiamarina don Riquelme
que no aflojaba pelo.
-¡Esta es l'última bala!- ijo jurioso
Cargó el cañón y li apuntó e nuevo.
Y llegó el monitor y medio a medio
nos asestó el quiñazo.
-¡Viva Chile!- gritamos, y en los cielos
retumbó el cañonazo,
y l'"Esmeralda" se sumió en las aguas
con su bandera en el alto.
No sé lo que pasio; perdí el sentío;
cuando golví a la vía
too mojao m'encontré en un bote
en qui andaban haciendo recogía;
por el momento me creí estar sordo.
¡Ay, qué silencio en toa la bahía!
Y en la playa los cholos bien re múos.
¡Estaban asombraos!
Y la mar en suspenso parecía
qu'estaba contemplando
a la vieja "Esmeralda" que se hundía
con la bandera en lo alto.
Ya tan solo se veida la bandera
y un peacito e palo,
engüelto en la guisnalda
que formaban los espumones blancos.
Cuando la ví sumía
la pena jué grandaza.
¡Ustees no saen cómo s'encariña
el marinero con su vieja barca!
Y dende dentro el bote,
toos nosotros la miramos múos.
¡Pobre e mi vieja! ¡Pobre Mancarrona!
Hizo too lo que púo.