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Lunes 3 de agosto de 2020

Carlos Sepúlveda Mancilla, Jefe de Kinesiología en UNAP Sede Victoria: intoxicación por información en Salud, ¿qué hacemos?

Artículo dirigido a reflexionar sobre el exceso de información no verificada y los riesgos que conlleva en el contexto mundial de crisis sanitaria

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Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), facilitan a los individuos producir, acceder y compartir contenidos. Sin embargo, es evidente que el estar vinculado a diferentes redes académicas y sociales, junto con participar en múltiples grupos de WhatsApp, no necesariamente implica estar bien informado.

Pese a la cantidad de información disponible a través de diferentes medios y formatos, los niveles de apropiación de conocimiento que se presentan en los individuos son dispares, esto en respuesta a las competencias digitales que tiene cada uno para saber buscar información y transformarla en conocimiento, agudizándose en situaciones como la vivida actualmente en la pandemia de COVID-19, en donde los datos disponibles, sin un filtro adecuado, pueden generar efectos nocivos en las conductas de la población general frente a un tema determinado.

Bajo esa premisa, se ha venido acuñando un término denominado "infoxicación", el que hace referencia, según diversos autores, al crecimiento exponencial de información que intoxica a los ciudadanos, o sea, al exceso de información que genera confusión en los usuarios de las TIC. También se le conoce como "infosaturación", en relación a los efectos cognitivos que produce el acceso a grandes cantidades de data que el individuo no logra apropiar, calificándose también como la paradoja del tiempo actual: "a mayor cantidad de producción y difusión de información, se incrementa la confusión... o, si se prefiere, la ignorancia".

Es en la última década, cuando la avalancha de información sobre salud se ha hecho más palpable, esto debido, en cierta manera, a la inmediatez con la que se nos presenta. Esta intoxicación de información o infoxicación plantea una cuestión clave: ¿es manejable esta explosión de información al alcance de todos? Y, lo más importante, ¿tiene base científica? Cuando el acceso a la información es generalizado, la importancia radica en saber filtrar la información de manera que sea útil y relevante para nuestros propósitos.

He ahí el rol de las entidades de Educación Superior, en formar profesionales sanitarios competentes digitalmente, que sean capaces de buscar, filtrar y seleccionar la evidencia científica por medio de bases de datos confiables, las que no solo basta con leerlas para una actualización propia, ya que uno de los objetivos de la lectura y actualización continua es la difusión entre pares, como también la bajada a un lenguaje apropiado para el común de los ciudadanos, quienes no pueden acceder de manera expedita a dicho conocimiento.

Uno de los roles más destacables de los profesionales sanitarios es la educación a los usuarios, la cual debe estar libre de creencias y opiniones fuera de la evidencia científica actual, siendo constantemente revisada, actualizada y libre de sesgos de opinión propia. Una deficiente o mal planteada educación para la salud desde los profesionales sanitarios hacia los usuarios, puede influir negativamente en el éxito de la atención y tratamiento de un usuario, comprendiendo el impacto de las palabras en las personas.