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Viernes 17 de junio de 2022

Claudio Sanhueza Arratia, Académico de Kinesiología en UNAP Sede Victoria: la pulseada brecha educacional pandémica

Artículo de reflexión sobre la problemática en materia educativa en nuestro país

Educación 2020, en pleno periodo pandémico (2020) reveló en su encuesta “#Estamosconectados”, que el 44% de los estudiantes a nivel escolar había aprendido -hasta ese entonces- poco o nada. Sumado a lo anterior, a nivel nacional, solo un 23% de los alumnos tuvo participación efectiva -y activa- en la educación remota (datos publicados por los Servicios Locales de Educación Pública y Municipalidades correspondientes) y, a nivel regional (Araucanía), contando un tan leve superior 28% de actividad tras la solitaria pantalla, son estadísticas que nos hacen pensar en que claramente, y desde un punto de vista generacional, el mundo tendrá que tener cierto grado de “empatía y afabilidad” con esta generación, tan golpeada y silente frente al mundo académico y ad portas a la educación superior y/o mundo laboral.

A pesar de los múltiples esfuerzos en la entrega de apoyo tecnológico, por parte de los establecimientos educacionales a nivel básico y medio, como también por los de Educación Superior, para aquellos alumnos y estudiantes con dificultades en el acceso a educación remota, ya sea bajo la argumentativa geográfica o simplemente la lejanía socioeconómica en la adquisición de un dispositivo tecnológico que facilitara la conexión remota a clases, claramente hay otras variables que se deben poner en esta “pulseada” contra las dificultades que conlleva el proceso pedagógico-docente y el aplanamiento de la curva asociada a la brecha educacional en Chile. Por ejemplo, la ya existente brecha educacional “prepandemia”, como ya lo mencionaba Patricio Meller (2017), profesor titular de la Universidad de Chile, Presidente de Fundación Chile e investigador senior de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (CIEPLAN), en donde indicó, que “la primera brecha educacional, la absoluta, es la que muestra el porcentaje de estudiantes que está bajo el nivel básico mínimo de conocimientos”. Según PISA (2015), “ocho países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay) muestran que entre el 50% y el 70% de los estudiantes latinoamericanos quedan bajo el nivel básico en matemáticas”, por dar otro ejemplo.

Por otro lado, Meller, también indicó una segunda brecha educacional, “la interna”, aquella supedita al perfil socioeconómico familiar del estudiante y al foco de desarrollo del mismo, un clasicismo muy natural de nuestra sociedad, en donde los patrones estéticos y “filoculturales” tienden a llevar la hegemonía en el sistema educacional latinoamericano, y más que clarificador, en Chile. Finalmente, se describe una tercera brecha educacional según el autor, la “perfilada según países desarrollados”, dicho, en otros términos, “la comparación educacional relevante para saber «cuán bien o cuán mal» está el nivel de la educación local, es la «distancia» existente respecto al nivel de los países líderes en educación escolar”, lo cual tiende, al mismo tiempo, a ser un “factor sesgante, segregante, disgregante y potenciador” de la brecha educacional en Chile. Por ejemplo, ya en períodos prepandémicos, se decía que, en nuestro país, la brecha educacional asociada a la socio demografía llegaba incluso a los ocho años de diferencia, realizando el contraste entre un estudiante de un sector socio vulnerable, versus otro de un sector acomodado. Considerando lo anterior, ¿pudo haber la pandemia eventualmente potenciado este coeficiente? Claro que sí.

Interesante también es citar al Director de Educación de la OCDE y creador del Informe PISA, el alemán Andreas Schleicher, quien mencionó, en su entrevista con el Diario El País de España (2021), respecto a la reforma educativa en el país ibérico: “hay mucha gente en España que completa titulaciones universitarias avanzadas y tiene dificultades para encontrar un buen trabajo. Y al mismo tiempo, los empleadores españoles dicen que no encuentran a las personas con las habilidades que necesitan. Ese es el problema fundamental. Tienes al sistema educativo preparando para un mundo que ya no existe”, una realidad que no es muy lejana del sistema educativo -en su amplio espectro- en Chile, realidad que claramente fue impulsada por la crisis sanitaria, de la cual, aún somos protagonistas de alguna u otra manera, como dijo Albert Einstein: “cada día sabemos más y entendemos menos”.

Tomando nuevamente las palabras de Schleicher, no podemos preparar a los estudiantes para el o por el pasado, si no que para el futuro, potenciando y “sacando a relucir” sus habilidades. “Es importante que los estudiantes sean capaces de pensar más allá de los límites de las materias de estudio. La innovación hoy no consiste en ser muy bueno en un aspecto muy restringido, sino en ser capaz de conectar los puntos”, tomando en cuenta lo que el mundo laboral -independiente de su desempeño- pretende, pero también consensuando en la valoración de las habilidades blandas, más allá de lo curricularmente impuesto.

Sin duda, estrechar la brecha educacional en nuestro país es tarea de todos, como también lograr conectar con las necesidades existentes ya desde una óptica más bien presencial con el alumnado y estudiantado, considerando la variabilidad generacional con la cual hoy en día nos encontramos frente a la pizarra. La tarea es titánica, y es una misión país, considerando que sin educación, tampoco hay mejor redistribución del ingreso -obsérvese que el Estado en Chile gastó 47% más en Educación Superior que en escolares (BCN 2021)-, y que no basta con un gasto público en educación por sobre la OCDE, sino más bien, con la habilidad distributiva de un país que entiende sus debilidades educacionales, pero que también visualiza el futuro desde una perspectiva en que el factor principal para explicar la distribución del ingreso en los países -sobre todo con brechas educacionales-, es la propia educación.