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Miércoles 3 de agosto de 2022

Claudio Sanhueza Arratia, Académico de Kinesiología en UNAP Sede Victoria: Kinesiología como acceso directo a primera consulta en salud, ¿agilizando la espera?

Artículo destinado a reflexionar sobre las limitaciones en el ejercicio de la profesión

Dentro de la Declaración de Principios y Plan Estratégico de la World Physiotherapy (2017-2021), se indica que “una parte importante de nuestro propósito es promover la globalización de la fisioterapia como profesión y dar acceso a esta, entendiéndose su gran valor y acceso rápido”. En Chile, ya desde hace más de una década, este tema se mantiene en conversación, análisis y debate: ¿es que la Kinesiología debe presentarse como una prestación de salud de primera consulta en nuestro país? ¿Es el Decreto 1082, el cual aprueba el reglamento sobre el ejercicio de la profesión del Kinesiólogo (Ministerio de Salud Pública y Previsión Social), un instrumento limitante a la hora de considerar el accionar profesional del mismo?

Respecto a esto, y abogando al artículo 3 del documento, este explica que: “el Kinesiólogo sólo podrá aplicar estos métodos terapéuticos por indicación y orden médica escrita”; lo anterior, considerando la normativa declarada desde hace más de 60 años (promulgación: 22 de octubre de 1958, publicación: en su versión única del 8 de noviembre de 1958), en donde la misma, no hace juicio al desarrollo actual de la profesión, como tampoco a sus especialidades (DENAKE: Asociación Nacional de Acreditación de Kinesiólogos Especialistas), ni tampoco, a más de 100 años de historia y trayectoria basada actualmente en la “Práctica de Salud Basada en la Evidencia” (PSBE) y no en el empirismo puro que tuvo en sus orígenes (Historia de la Kinesiología en Chile. Asociación de Kinesiólogos de la Universidad de Chile de 1952).

Es cierto que existen claras diferencias con otros profesionales; por ejemplo, en donde la medicina alopática o el diagnóstico sindromático no guarda relación con la actividad kinesiológica, considerando, que el profesional realiza un diagnóstico desde una óptica funcional y, por tanto, sus estrategias de intervención siguen las mismas directrices de tratamiento y/o abordaje clínico planteadas por la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF. 2001).

Otro punto de inflexión es el Código Sanitario, en el cual, hoy en día, el Kinesiólogo se ve limitado a realizar acciones asociadas a la atención de usuarios en primera consulta, o sea, sin la derivación médica correspondiente, esto a diferencia de países como Estados Unidos, México y algunas naciones europeas. De hecho, la premisa anterior se suscrita incluso a amonestaciones de tipo legal y sanciones penales.

Sin ir más lejos, el año 2019, la Presidente del Colegio de Kinesiólogos (COLKINE) -de ese entonces- Loreto Henríquez, acogió y propicio la misiva sostenida por el gremio, bajo la consigna: “La espera perjudica la recuperación”, iniciativa recepcionada por el ex Ministro de Salud, Jaime Mañalich, en donde indicó que dicha propuesta sería considerada en la reforma al Código Sanitario y que se presentaría al Ejecutivo a comienzos de 2020, la que finalmente no fue acogida en su plenitud, argumentando en su esencia, que estaba cargada de “razones relacionadas con la oferta en el campo profesional” (Colegio Médico de Chile). Argumentando también, que “se trató de liberalizar la actividad Kinesiológica, incluyendo diagnóstico, pronóstico y tratamiento, las cuales son funciones exclusivas del médico, con el objetivo de dar cabida al aumento de profesionales por parte de las escuelas de Kinesiología” (José Miguel Bernucci, 2019).

Por otro lado, y retomando el argumento, como ya proponía en el año 2012 José Landeros (actual Kinesiólogo de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos del Hospital de Niños Roberto del Río), un pilar fundamental a la hora de analizar la profesión Kinesiológica como primera consulta, es desde sus orígenes en cuanto a la formación, en donde las Casas de Estudios (universidades a nivel nacional, e incluso hoy, institutos profesionales) asumen un rol fundamental, ya sea, desde la homologación de sus planes curriculares, regulación y supervisión de los procesos (transversalidad), hasta matrículas multitudinarias, entre otros. 

De manera muy clara, Landeros lo pronunció: “un egresado universitario es un «COMPETENTE», es decir, posee destrezas básicas para enfrentar el mundo laboral y debe manejar un amplio espectro de intervenciones, sin llegar a ser experto en ninguna de ellas. Funciona para la mayoría de los problemas, pero los de mayor complejidad, lo superan. Para llegar a ser «EXPERTO», e intervenir en una danza con el paciente, donde prácticamente se actúa instintivamente, se requiere de tiempo y dedicación, pasando primero por una etapa intermedia que es la de «DIESTRO», donde se pone en práctica lo aprendido y se desarrollan las habilidades de intervención terapéutica, ojalá en un área específica. ¿Quién de ellos puede desarrollar una intervención de Kinesiología certera?”. Apuntando con ello a la regulación de la educación en Kinesiología y a la alta demanda estudiantil por esta línea de las ciencias de la salud, considerando el perfil de egreso de los titulados, por ejemplo.

Por otra parte, y siendo un punto sumamente relevante, está la certificación y acreditación institucional y la carrera afín, la cual “da fe objetiva”, en cuanto a los procesos internos que guardan relación con la adquisición de conocimientos e integración de los mismos por parte del estudiante, como también, de los mecanismos institucionales para dar cumplimiento a los distintos perfiles de egreso declarados, o sea, velar por tener futuros profesionales competentes en su etapa final, tal como mencionó Landeros.

Frente a esto, es innegable la interrogante desde un punto de vista retórico, y es que, como Kinesiólogos, ¿podemos dar cuenta mediante criterios éticos de hasta dónde podemos llegar clínicamente? ¿Somos capaces de conocer nuestras fortalezas y puntos de mejora a la hora de declarar y solicitar ser profesionales clínicos de primera consulta? ¿Tenemos actualmente -cada uno de nosotros- las competencias teóricas y prácticas para dar “fe objetiva” de aquello? ¿Se requiere la especialización para llegar explícitamente a ser un profesional de primera consulta?

Claramente, estas son respuestas que, como nuestra jerga chilena expresa: “cada uno sabe dónde le aprieta el zapato”. Lo cierto, es que lo importante es avanzar en los procesos legislativos actualizados y en una mejor -y más oportuna- atención clínica para los distintos usuarios, apoyando en la “agilización de la espera”, siendo el aprendizaje continuo, la bandera de lucha para todos los profesionales de la salud.