Page 29 - CONEXUS - Mayo 2014

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Bernardo Dinamarca O.
Arquitecto
Director Ejecutivo del Instituto de Estudios del Patrimonio, IDEPA
Académico de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura
En la última década se ha producido en Chile, una
constante preocupación destinada a salvaguardar y tomar
conciencia por las obras y espacios legados por nuestra
historia cultural. Impulso, gatillado también por superar los
daños causados a esta base por los embates de la
naturaleza, como los dos importantes terremotos que en el
país afectaron en forma considerable el Patrimonio nacional
y regional. El terremoto del año 2005, produjo serios daños
y pérdidas irreparables en algunos casos a la arquitectura
de raíz vernácula, sobre todo de los pueblos del interior de
la Región de Tarapacá.
Recientemente, fuimos testigos en Tarapacá de dos
terremotos de gran magnitud, que han generado
nuevamente las interrogantes y el desafío de reconocer el
daño y el comportamiento de las estructuras patrimoniales
de la región. Daño escasamente tipificado, lo que origina
mayor desinformación e indecisión de actuación ante
requerimientos de salvaguarda o planes de contingencia
patrimonial; por ejemplo, la necesidad de saber ¿cuánto
vale reponer o restaurar un metro cuadrado de un
patrimonio, dependiendo de su materialidad, locación y
condiciones?, ¿Cuántos de nuestros monumentos
históricos o zonas patrimoniales culturales o naturales,
están contenidas en nuestros sistemas de información?
Estos y otros parámetros de información son necesarios en
catástrofes como las vividas, pues ante la falta de la mínima
capacidad solo esperamos y asistimos en la Región a la
visita de equipos de expertos del CMN, (Consejo de
Monumentos Nacionales) que recogen información
generalizada, para archivos no regionales, que no
construyen una información secuenciada de los
parámetros a observar. Si tuviéramos archivos de registro
e información, del estado y comportamiento de los
monumentos históricos, tendríamos un tiempo ganado en
toda la cadena de valor de resguardo, protección y
decisión de acción.
Entonces, la preocupación se transformaría en algo más
que impulsos que ya son, o que parecen insuficientes, a la
luz de los daños paulatinos que se producen en las
estructuras de monumentos históricos y lugares
patrimoniales. Hoy nos afecta, por el otro terremoto
cultural, que trasunta el abandono creciente y constante de
los pueblos y sus tradiciones culturales constructivas,
carentes de registro; en la poca conservación y mantención
con la que es abordado el patrimonio en general, por sus
propietarios; en la destrucción no regulada de demoliciones,
alteraciones y en el abuso del mercado del patrimonio
mueble, que se suman a los altos riesgos por nuevas
acciones de la naturaleza. Todo esto repercute en su
valoración como bien cultural, al ocasionar y aumentar las
perdidas, no solo físicas, sino también en el daño
irreparable, a la base de información en todos los niveles
culturales y sociales. De esta manera, se está afectando la
identidad, factor fundamental desde donde es posible
encontrar herramientas de desarrollo económico y social
que impulsen una vida más plena y coherente con nuestra
heredad.
A la vez de una falta de acciones de resguardo
generalizadas, existe un estado de carencia, de
documentación, o inventario apropiado de las
características físicas y arquitectónicas del bien patrimonial
y su contexto en que pueda situarse el estado actual y