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Museo Mineralógico


Reseña del Yodo

La minería no metálica chilena está viviendo un vigoroso proceso de desarrollo, caracterizado por una cuantiosa inversión destinada hacia diversos productos en los cuales nuestro país tiene ventajas comparativas para ofrecerlos al mercado internacional o destinarlas para el mercado interno.

Tal es el caso del yodo, cuyas proyecciones son hacer crecer su producción al doble desde el año 1995 al 2.000, desde 6 mil toneladas a 12 mil, con lo que transforma a nuestro país en uno de los líderes mundiales en esta materia. La Sociedad Química y Minera de Chile, Soquimich, es en la actualidad, el mayor productor de yodo en el mundo y posee las mayores reservas conocidas. Abastece alrededor de un tercio de la demanda mundial y exporta a más de 50 países en los cinco continentes.

Sus instalaciones en Chile, Estados Unidos y Francia elaboran una amplia variedad de productos derivados del yodo, el que se usa en medicina como medio de contraste para radiografías, en la fabricación de medicamentos, antibióticos y desinfectantes y es un elemento fundamental para la vida humana, cuya carencia provoca graves trastornos en la salud.

Las nuevas aplicaciones y su uso en procesos de alta tecnología ha generado un aumento mundial de la demanda de 45% en los últimos cinco años. Esto, en conjunto con la escasez de nuevas fuentes de yodo económicamente explotables, colocan a SQM, con sus grandes reservas naturales, en una posición única como líder indiscutido en esta industria.

El yodo ha sido controvertido desde su descubrimiento por Bernard Courtois, en 1811, y desde el anuncio del mismo por Nicolás Clément, en 1813. La historia dice que el reconocimiento de que era un elemento nuevo se atribuye a Gay-Lussac, pero bien podría haber sido obra de Sir Humphrey Davy, ya que ambos lo bautizaron simultáneamente: iode en frances y iodine, en inglés.

Siguiendo con los nombres y los años, Hayes, en 1840, basado en muestras de mineral tomadas por John H. Blake, en Iquique, en 1837, fue el primero en anunciar la existencia de yodo en el caliche. En 1830, Blake ya había informado públicamente que migas de pan se tornaban azules en las aguas madres de las paradas, lo que delataba la existencia de yodo, pero no identificó al descubridor.

Durante cincuenta años, entre 1815 y 1865, el yodo sólo se fabricó en Europa, siempre a partir de algas marinas. La primera producción europea fue en Glasgow, Escocia. En 1866, George Smith comenzó a extraerlo de los caliches de Tarapacá, en La Noria. A partir de 1874 y por muchos años, casi un siglo, Anthony Gibbs & Sons dirigieron el monopolio mundial en el comercio del yodo.

 

UNA VIEJA HISTORIA

Baumé, el inventor de la escala Baumé de densidad, fue uno de los primeros en sospechar la existencia de yodo en las aguas madres del salitre, el 24 de marzo de 1792. Informó que había identificado sales de potasio en éstas, las que, tratadas con ácido sulfúrico concentrado, efervecían dando vapores brillantes, con un penetrante olor a "ácido marino oxigenado ".

En la segunda mitad del siglo 18, los principales científicos franceses que jugaron papeles importantes en la industria del yodo llevaron a cabo sus actividades en la ciudad de Dijon, en Borgoña, donde existía una fábrica de polvora desde 1582 y una refinería de salitre desde 1725.

Más tarde, la refinación de salitre potásico se concentró en París, por el empleo de las cenizas de algas marinas como materia prima potásica, debido al encarecimiento en el costo de la leña. La urgencia en aumentar la producción de salitre resultó en el reempleo de las aguas madres y la concentración de yodo contenido en el varec. Bernard Courtois pudo descubrir en 1811, el compuesto X, porque sus tinajas se estaban destruyendo por la corrosión. El descubrimiento que éste era el yodo no se anunció hasta fines de 1813, en que Courtois logró aislar su producto X.

La fama opacada de Courtois como descubridor del yodo, y probablemente la falta de apoyo económico que tuvo en los años después de la caída de Napoleón, se debe en gran parte a la pelea entre los gigantes de la química -Gay-Lussac y Sir Humphry Davy- sobre cuál de ellos determinó que el compuesto X de Courtois era un nuevo elemento, y quién fue el primero que lo bautizó con el nombre de iode en francés o iodine, en inglés.

El relato de este encuentro entre egos es de interés, ya que nos da un cuadro poco conocido sobre la cooperación y la eficiente comunicación científica que sobrevivió a los odios generados por la Revolución Francesa y las ambiciones territoriales de Napoleón Bonaparte.

Sir Humphry Davy escribió una carta a la Royal Society, en Londres, el 10 de diciembre de 1813, sobre "Algunas observaciones y experimentos sobre una nueva sustancia que forma un gas color violeta al calentar". En esta carta resume el descubrimiento del compuesto X por Courtois, a fines de 1811, en su ingenio de salitre. Dice que el nombre "ione" se ha propuesto en Francia para este compuesto por el color violeta de sus gases y el compuesto con hidrógeno se ha llamado ácido hidroiónico. Este nombre, en inglés, causará confusión, ya que sus compuestos se llamarían "iónicos". Si se le denomina "iodine", de la palabra griega "violácea", se eliminaría esta confusión y el nombre calzaría con "chorine" (cloro) y "flourine" (fluor).

Esta publicación forma la base para asignarle a Davy el honor de ser el que primero bautizó el nuevo elemento.

 
DESCUBRIMIENTO EN CHILE

Al igual que en Francia, el yodo en Tarapacá fue descubierto en las aguas madres del salitre, en este caso no en el potásico, sino en el sódico, que ya en 1825 se conocía en Europa como el salitre chileno. Lo paradójico del yodo es que Courtois, en París, descubrió yodo por sus efectos dañinos sobre su equipo y, en Iquique, el yodo se descubrió porque migas de pan cayeron en las aguas madres de una parada, en las tinas.

Los descubridores más probables del yodo en Tarapacá son el dúo inglés William Bollaert y George Smith, que prepararon un amplio estudio en 1827, levantaron mapas y llevaron a cabo un catastro etnográfico, geográfico y geológico de la provincia entera, a petición de las autoridades de la zona.

George Smith había nacido en Inglaterra en 1802 y llegó al Perú en 1821, a los 19 años, acompañando a su tío Archibald E. Robson, capitán del barco. Se radicó en el puerto nortino y se convirtió más tarde en un pionero de la tecnología del salitre, lo que presume su habilidad química. Por su parte, William Bollaert, era un químico profesional, entrenado en la Royal Society de Londres. Llegó a Iquique en 1826, como superintendente de la mina Huantajaya y fue un gran amigo de Charles Darwin. Se conocieron después que Bollaert abandonara Tarapacá, a fines de 1829, zarpando desde Valparaíso en el "Adventure".

 

EVOLUCION DE LA INDUSTRIA

La tradición atribuye a Bernard Courtois ser el primer productor industrial de yodo. Según la Enciclopedia Espasa, al cabo de poco tiempo de haberse descubierto el yodo, principió a obtenerse en grandes cantidades. Courtois, según el documento, obtuvo mucho provecho económico en la época del bloqueo continental, pero al volverse a abrir al comercio los puertos franceses, no pudo competir con el nitro que llegaba a ellos procedentes de las Indias Occidentales, ni con el de otros mercados. Quedó sin valor, entonces, la fábrica que había montado, sacrificando toda su fortuna, obtenida con la obtención industrial del yodo.

Con el paso del tiempo, tanto los químicos europeos -franceses, alemanes e ingleses- como también los norteamericanos estaban bien enterados que los caliches de Tarapacá y las aguas madres de las paradas eran ricos en yodo. Sabían que el método más efectivo para desplazar los yoduros contenidos en las soluciones provenientes de algas marinas era con ácido sulfúrico o con cloro, y que el yodo de Iquique era diferente, puesto que se hallaba en la forma de yodatos, para los cuales el reactivo más efectivo era el ácido sulfuroso.

En la década de los 50, en el siglo pasado, no hubo producción significativa de yodo en Tarapacá. La primera noticia criolla sobre la existencia de yodo en los caliches fue de Francisco Puelma, en 1855, quien en su memoria para obtener el título de ingeniero en la Universidad de Chile, describe la geografía y la geología de Tarapacá, los minerales y el proceso de extracción de salitre, tras un intenso viaje de exploración.

Al finalizar el siglo pasado, Japón se convirtió en uno de los grandes productores mundiales de yodo, con dos tercios del total. Inició su elaboración en 1888, sobre la base de algas marinas cosechadas en el distrito de Hokkaido, con producción adicional en las provincias de Chiba y Kanagawa (Yokohama).

Cinco años más tarde, Japón estaba autoabasteciéndose de todas sus necesidades de yoduro de potasio y de yodoformo. En la actualidad, los nipones son los más cercanos competidores de Chile en el liderazgo de la producción mundial de yodo.

(De "La Industria del Yodo 1815-1915", de Ronald D. Crozier).