La Trama y el Normalismo
Casi como todo en Chile, el olvido y la mala memoria, permitió que el pasado 26 de agosto, pasara inadvertida una fecha que sirvió como punto de inflexión en la educación nacional, como fue la promulgación en 1920, en el gobierno de Juan Luis Sanfuentes de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria.
Esta fecha, establecida además como el Día del Profesor Normalista, permitió en ese año que el Estado reforzara su función docente, a través de este tipo de establecimientos que ya operaban desde 1844.
La reforma educacional, que permitió determinar la obligatoriedad de la educación primaria en un país que contaba con 3.754.000 habitantes, de los cuales 49% alcanzaban un nivel de analfabetismo, según reporta el departamento educativo del Museo Histórico Nacional, sistematizó además rígidos criterios de selección de "preceptores", ubicando así a los educadores en espacios de prestigio dentro de la pirámide profesional.
El rol de la educación, hasta 1974 cuando se pone fin a este sistema de enseñanza, ponía al docente como un actor movilizador de cambios, articulador de una sociedad civil y base para la formación de un Estado que buscaba con urgencia industrializarse, contando con profesionales con herramientas multidisciplinarias.
Testigo de este proceso, al contar con padres docentes, que formaron a miles de tarapaqueños, tanto en la pampa como en la costa, concuerdo con el escritor argentino Jorge Luis Borges, quien establece en su minicuento La Trama que "al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías".
Esto porque al igual que en 1920, nuestro país requiere salir de un modelo acabado por sus propios cimientos, mirar el futuro como sociedad desarrollada y representada por sus instituciones, contando con sujetos conscientes de su rol en un mundo cada día más interdependiente, creyendo que para esto la receta está en establecer el eje en el educador y un Estado Docente.