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Lunes 25 de mayo de 2020

Ximena Peralta, Docente de la carrera técnica de Asistente en Educación de Párvulos en UNAP Sede Victoria: el miedo y la salud mental en tiempos de crisis

Artículo destinado a reflexionar sobre la influencia de la pandemia de COVID-19 en la vida de las personas

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A nuestro país, le ha tocado la inusual experiencia -casi de manera conjunta-, de tener dos eventos altamente estresantes: el estallido social, que se prolongó por más tiempo de lo esperado con graves consecuencias económicas, políticas y sociales para Chile; y la llegada de manera dramática y peligrosa de la pandemia del Coronavirus, una situación que está impactando de forma directa y con mucha fuerza la salud, el bienestar y la economía de millones de chilenos, esto último sin distinción de clase social, trabajo, edad o género.

Lo más grave y peligroso de la pandemia es la incertidumbre que existe acerca de cuánto tiempo permanecerá entre nosotros el COVID-19, y de cómo continuará afectando este mal a cada uno de los habitantes del país, por cuanto este virus no solo afecta nuestra salud, llevándonos incluso a la muerte en algunos casos, sino que también nuestros empleos y la posibilidad de desplazarnos libremente y de reunirnos con nuestros seres queridos, afectando todas nuestras áreas y redes de familia, amigos, trabajo, etc.

La restricción de movimientos y la obligación de permanecer encerrados en nuestros hogares por semanas enteras, genera una serie de problemas psicológicos, especialmente cuando los espacios disponibles son reducidos y existe hacinamiento, con muchas personas ocupando constantemente los mismos espacios, aunque dichas personas sean nuestros seres queridos y familia.

Según diversas investigaciones, el hacinamiento, por ejemplo, exacerba los niveles de estrés, intranquilidad, ansiedad, abuso, agresividad y violencia doméstica, entre otras graves consecuencias de las cuales ya tenemos lamentablemente noticias, como los eventos de VIF y de maltratos psicológicos en adultos, mujeres y niños, que se han visto reflejados en nuestra población.

La razón es muy simple de comprender: tanto el estrés agudo, como el crónico, llevan a las personas a experimentar ansiedad, angustia, miedo, temor, depresión, desesperanza, insomnio, crisis de pánico, irritabilidad, rabia y frustración; síntomas están siendo vividos tanto por adultos como por jóvenes y niños.

Hoy estamos pasando por muchos cambios de miedos individuales en donde cada día tenemos muchas personas fallecidas. Esto termina por generar una condición de histeria colectiva, algo que las autoridades tienen el deber y la obligación de controlar, antes de que esto se salga completamente de curso y termine por generar nuevas protestas, motines -como los que ya se han visto en diversas cárceles de comunas de Santiago y en La Araucanía- con manifestaciones que pueden terminar en posibles actos de saqueos, robos y asaltos violentos. En Psicología y Psiquiatría, existe un axioma que señala que donde existe un sentimiento de injusticia se genera frustración, y la frustración, a su vez, genera agresión.

La recomendación final es el autocuidado, el cuidado entre nosotros y el cuidado a otros. Solo así podremos superar el estrés, la ansiedad y el miedo, salvaguardando así nuestro bienestar y salud mental; tratar de interpretar -como lo han realizado algunas personas- esta situación como una oportunidad de cambios, de encuentro y de reinvención, en vez de calificar esta situación como una amenaza constante, ya que eso nos paralizará y llevará al pánico, a la histeria y a la agresión física, mental y emocional.