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Jueves 12 de marzo de 2020

Dra. Marcela Tapia Ladino: Un nuevo 8 de marzo

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Estamos próximos a conmemorar un nuevo 8 de marzo y no cabe duda que éste dista mucho de lo que fueron los anteriores. Cada año trabajamos en postear o escribir respecto del verdadero sentido de esta fecha, pero el discurso reivindicativo era acorralado por otro, de tipo comercial y patriarcal, basado en las felicitaciones, las flores y los chocolates. Sin duda el movimiento feminista de los últimos años ha logrado dotar del verdadero sentido a una fecha que hasta hace poco era banalizada y coaptada por el mercado. Sin embargo, es preciso recordar que la academia ha llevado a cabo un largo y arduo trabajo de investigación y visibilización de las mujeres y las relaciones género que datan de la segunda mitad del siglo XX. Eso sí, casi siempre liderada por mujeres desde las distintas disciplinas del saber. En un primer momento en los centros de "estudios de la mujer" en los año 80 y 90 hasta la incorporación del enfoque de género que cada ámbito del quehacer investigativo entrado el siglo XXI. No ha sido fácil hacernos un espacio con estos temas, en el camino podemos contar desde "motes", hasta descalificaciones soterradas y otras claramente frontales y agresivas.
Sin embargo la producción de conocimiento continuó y transitó de los estudios de "la mujer" a los estudios de género que resultaron provechosos para explicar los sesgos y las múltiples invisibilidades. Las mujeres siempre habían estado, pero habían permanecido apartadas del foco de la atención científica porque la experiencia de las mujeres se ubicaba en otros ámbitos. En este contexto la noción de género cumplió un doble objetivo, por una parte, un fin científico, porque se propuso conocer mejor la realidad social; y por otro, un fin político, cuyo objetivo fue enfrentar el determinismo biológico y ampliar la base teórica argumentativa a favor de la igualdad de las mujeres. Dos caras de una moneda con un potente poder crítico al cuestionar los supuestos elaborados en torno a lo femenino y lo masculino y la heteronormatividad a lo largo de la historia y en distintos lugares geográficos. Al mismo tiempo que ha puesto sobre el tapete la forma en que se ha construido el conocimiento social al criticar sus bases epistemológicas al entender que nada es ajeno al género, ni al observador ni al observado.
En la actualidad los estudios de género se han incorporado en las ciencias sociales y humanidades no sin resistencias, pero enriquecidas cada vez bajo nuevas miradas. Hoy sabemos que las mujeres han estado en diferentes partes, en la casa, la chingana, el barrio, el campo, el convento, la hacienda, los salones, la escuela y la universidad. En el siglo XIX han levantado ranchos, algunas veces solas otras veces con labradores y peones con quienes formaron familias numerosas o han tenido hijos "huachos" con los que cargaron solas y salieron adelante. Han creado pequeños negocios de comida y diversión en los extramuros de las ciudades, las chinganas. Han trabajo en haciendas como sirvientas sin sueldo y han padecido el rigor del abuso patronal. Han optado por la vida religiosa, en muchos casos, para gozar de mayor autonomía y acceder a la educación o las han casado "bien" con hombres que las doblaban en edad, pero que les aseguraban un "buen" pasar y cumplir así, con lo que se esperaba de ellas. Han trabajado en las salitreras como libreteras, lavanderas o empaquetadoras, padeciendo el rigor de la explotación obrera. En el siglo XX, han luchado por obtener derechos civiles y políticos, estudiar en la universidad, optar a títulos profesionales, tener derecho a voto y a ser consideradas iguales en dignidad y derechos. Han trabajado en fábricas en condiciones extremas de explotación y se han organizado en Sociedades de Socorros Mutuos para luchar por mejores condiciones de trabajo y de vida. Han incursionado en las letras, la música, la pintura y han recorrido el mundo. Han participado en distintos gobiernos a través de las distintas políticas sociales y han alcanzado derechos que sus abuelas nunca hubiesen soñado y por último han luchado por la democracia y la defensa de los Derechos Humanos en Chile y el extranjero. Y lo siguen haciendo en los distintos movimientos sociales en contra del femicidio, el acoso callejero y la violencia machista. De modo que desde distintos ámbitos y recordando el legado de quienes nos precedieron nos recuerdan todo el tiempo que el 8 de marzo no es un día para celebrar sino para conmemorar y seguir luchando.