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Lunes 30 de marzo de 2020

Investigador del Inte se refiere al COVID-19 visto desde las relaciones Internacionales

De acuerdo al Dr. Raúl Bernal Meza, Investigador del INTE de la Universidad Arturo Prat, esta pandemia ha puesto en el tapete el dilema entre la humanidad y la riqueza

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La pandemia del Covid-19 ha llevado a cuestionarse y replantearse diversos temas y agendas, no sólo desde el aspecto médico y farmacológico, sino también, desde las ciencias sociales, la política pública y la economía. Sucede así en Chile y en todo el mundo. Entre las ciencias sociales y por su dimensión global las relaciones internacionales están cuestionando muchos supuestos, pero, al mismo tiempo, confirmando principios que no estaban siendo compartidos por la mayoría de los especialistas. La academia que se ocupa de los asuntos internacionales, en el contexto de las respuestas que la sociedad le pide a la universidad, debe echar luces también sobre este manto de sombra que se cierne sobre nuestro futuro como comunidad social, a nivel nacional e internacional.

La primera confirmación que ha dejado esta epidemia es que vivimos integrados en un sistema social mundial. Las relaciones sociales se inscriben en el campo de la globalidad internacional. Tradicionalmente los estudios de relaciones internacionales abarcaban el análisis de los hechos producidos en las relaciones entre gobiernos, como representantes de los Estados, en un sistema integrado por estos actores en forma excluyente. A ese imaginario paradigmático, fueron integrados otros actores, no estatales, que venían desde la economía, la política, la religión, la cultura y otras áreas de la actividad social. Fue un fenómeno que los estudios internacionales identificaron desde la década de los 70's del siglo pasado.

La ciencia social no opera sobre objetos reales, sino sobre las representaciones que nos hacemos de esos objetos. Ninguna sociedad está al abrigo de los disensos, los conflictos las disputas y la violencia; ninguna sociedad excluye los modos pacíficos de solución de sus conflictos. Esto es así porque la interpretación de la realidad es un fenómeno socialmente construido. La conducta del Estado en el ámbito de los asuntos internacionales se construye por el pensamiento, la identidad y las normas sociales de las élites y entre éstas la voz de los gobernantes es particularmente influyente.

El Covid-19 ha puesto en evidencia que no estamos frente a un sistema de relaciones de Estado a Estado. No son las relaciones entre Estados las que extendieron la epidemia a una escala global. Han sido las relaciones sociales, los vínculos y contactos entre unas y otras sociedades, a través del movimiento de los individuos y el tráfico de productos fabricados por el hombre, los que diseminaron el virus. Pero los Estados, a través de las decisiones y el mensaje de sus líderes le han agregado una cuota de nacionalismo, de xenofobia y de desconfianza hacia otras sociedades nacionales.

El abandono del multilateralismo por parte del presidente Trump ha impedido o no ha estimulado una conferencia mundial de líderes para enfrentar de manera conjunta la pandemia. La política del "sálvese quien pueda", ha conducido al cierre de fronteras y ver al ciudadano del país vecino como la potencial amenaza. Lo que señala esta realidad es que la gobernanza global nuevamente está fracasando, como ya fracasó frente al cambio climático. Pero el Covid-19 ha hecho que las cosas vayan aún más allá: está poniendo en evidencia la crisis del proyecto liberal que hasta la presidencia de Obama -con ciclos de más o menos multilateralismo y más o menos unilateralismo- los Estados Unidos habían impulsado desde 1945.

Más allá de la crítica que se le ha hecho a la gobernanza global, en el sentido que los líderes, los gobiernos y sus diplomacias toman las decisiones sin consultar a sus respectivas sociedades, lo cierto es que la gobernanza permite la interacción, el intercambio de opiniones entre los representantes de los Estados y la adopción de políticas conjuntas. Esto es algo que hoy no existe. Con la excepción de la Organización Mundial de la Salud no hay a la vista gobernanza global para resolver este grave problema mundial.

La pandemia ha impuesto nuevamente el dilema entre humanidad y riqueza. También está haciendo regresar ciertas conductas humanas que suponíamos habían sido abandonadas desde la Modernidad. Algunos países que ahora están sufriendo crecientemente el impacto de las políticas y discursos desacertados de sus líderes, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Brasil y México, priorizaron la protección de la vida económica. Otros, como Alemania, Japón y Corea del Sur, que son los menos afectados por la pandemia, optaron por priorizar la vida humana. Chile se encuentra a medio camino y ha sido justamente la vigencia del modelo económico y la ideología representada por la Constitución de 1980, las que están impidiendo que el gobierno dé pasos más grandes en defensa de los que están más expuestos: los pobres, los humildes.

La pandemia está poniendo a prueba también el control de la sociedad civil bajo sistemas democráticos, poniendo en cuestionamiento el poder estatal para hacer cumplir las regulaciones sanitarias. Estamos frente a un escenario político impensado en democracia, donde a los gobiernos les cuesta hacer cumplir las normas que son necesarias para resguardar la salud de la población. También comenzamos a ver algunas manifestaciones de oscurantismo que nos hacen temer sobre el futuro de la vida social: en la ciudad de San Juan, Argentina, se auto convocaron grupos para apedrear e intentar incendiar la casa de la primera víctima del Covid-19, que paradójicamente había cumplido con todas las regulaciones de la autoridad sanitaria. Así, percibimos, en lo global, una tendencia de los Estados a protegerse a sí mismos, sin considerar lo que sucede con los vecinos. En lo individual, la amenaza de retornar a la mentalidad más oscura de la historia de la humanidad.