Lunes 13 de julio de 2020
Proyecto fotográfico y exposición realizada en 2006

Encuentro con los bailarines del desierto

Ensayo del Decano de la Facultad de Ciencias Humanas de Universidad Arturo Prat, Hernán Pereira Palomo.

Fotografías de Hernán Pereira, Pamela Daza y Álvaro Hoppe

 

Imagen En estos días en que seguimos confinados en nuestras casas, algún recuerdo del pasado nos puede ayudar a recordar con gratitud lo que hacíamos y veíamos cuando andábamos por el mundo sin restricciones. Después de todo, construimos nuestra biografía a partir de los afectos, el arraigo, la fe y valoración por aquello que nos da sentido de pertenencia. Tal vez por esta razón y como una forma de volver a viajar, aunque sea virtualmente, presentamos nuevamente la exposición fotográfica, "Encuentro con los bailarines del desierto" creada junto a Pamela Daza y Alvaro Hoppe el año 2006

Para quienes son de la región o llegan de otros lugares, la Festividad de la Virgen del Carmen de la Tirana es baile y peregrinación desde siempre. Cada año, a partir de la infancia, con la familia primero y con los amigos después, recorremos a pie o en vehículo, los 72 kilómetros de desierto que separan al poblado de la ciudad de Iquique. Nos encontramos allí con la inmensa multitud colorida, el variado comercio alrededor de la plaza, los interminables grupos de bailarines, las decenas de bandas que animan la festividad sin pausa. Esto en la superficie, porque hay otras claves y símbolos que subyacen como signos invisibles y parte de un sistema donde la fe, la racionalidad, lo mágico y lo espiritual, se integran.

El gran desafío de crear esta exposición fue captar imágenes que cuenten visualmente una parte de la historia y queden en la retina del otro. Así, durante varios días, fotografiamos la festividad desde la madrugada al anochecer, de manera interminable e intensa, escudriñando el conjunto y los detalles de un pueblo que durante mediados de julio llega a albergar a 250 mil personas. Vienen de todo Chile y países limítrofes a agradecer, bailar y cantar a la virgen, esperando que el sacrificio del cuerpo y el baile traigan un milagro otorgado por esta, o bienestar para la vida material y espiritual. Cada una de las 60 fotografías que componen esta muestra da cuenta de momentos que ya no están pero que fueron captados como una gran gesta colectiva que se inicia en julio con la

peregrinación desde ciudades y países vecinos, sigue con el baile y permanece en la plaza y alrededores por varios días. Así entonces, para el sociólogo Bernardo Guerrero, la búsqueda de salud y bienestar es lo que motiva a los peregrinos a bailar cada 16 de julio a la Virgen del Carmen. Salud no es sólo la ausencia de enfermedad sino que un estado de equilibrio con el universo. Bienestar, como su nombre lo indica, es estar bien, no sólo entre los hombres y las mujeres, sino que también a nivel cósmico. Pedir salud y trabajo son los motivos más recurrentes en las mandas.Imagen

 

 

La Festividad de la Virgen del Carmen de La Tirana se celebra cada año en el poblado del mismo nombre que se encuentra a 75 kilómetros de Iquique. Tuvo sus orígenes en el período colonial y tiene influencias andinas con bailes y bandas de diversos orígenes, simbolismos y temas que las definen. Después de la Guerra del Pacífico y al convertirse Tarapacá en territorio chileno, la festividad adquirió un nuevo carácter que aumentó también su masividad con el auge de la producción de salitre y migraciones desde el centro sur de Chile hacia el norte.

Ilonka Csillag, en su calidad de fotógrafa y Directora del Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico dedicó algunas líneas a esta exposición. Sobre el trabajo de Pamela Daza señaló que, "lleva al extremo la fuerza popular de la devoción destacando lo ceremonial, el rito y la tradición. Colores, bailes, ojos y formas se confunden al igual que la fiesta. Acompaña a las cofradías dejando ver la presencia de una convivencia multitudinaria de fieles llenos de fervor, entregados con todo el corazón a cumplir con absoluta fidelidad todos los eventos hasta el final de la fiesta". Respecto a Alvaro Hoppe observó que "confronta el realismo con la magia, sin explicitar cuál es cuál. De esa forma trastoca una verdad aceptada y generalizada y con ello nos entrega una llave para comprender". De mis fotos Ilonka precisó que algunas imágenes terminan "ofreciendo preguntas y provocaciones como en la fotografía de los dos bailarines nocturnos con la iglesia de fondo. Como si no existiera, se detiene y registra la trastienda de este magno evento en donde nos ofrece en las imágenes, situaciones, preguntas, ambigüedades que quienes miramos, estamos conminados a resolver".

 

Imagen Así entonces, las fotografías de esta exposición vuelven a revivir en su colorido y propuesta, como la festividad de cada año en el mes de julio. Tan importante como lo anterior, la idea de invitar al destacado fotógrafo Alvaro Hoppe para realizar una exposición colectiva surgió como a veces surgen las cosas buenas entre amigos y con un resultado que ha permanecido.  Al respecto Hoppe indica, "La invitación a realizar un registro fotográfico de la festividad de La Tirana en el año 2006  fue un gesto de generosidad de parte de mis colegas nortinos Hernán y Pamela. Más adelante agrega, "Para mí fue un anhelo que tenía desde chico, me encantaban las imágenes de esta  fiesta religiosa realizadas por los fotógrafos Torricelli, Aracena y otros, publicadas en la revista VEA por los años 70".

No hemos sido los únicos. Cada año la festividad atrae y seduce a innumerables fotógrafos que llegan a buscar su propio milagro con una cámara. Imposible resistirse a la invitación para estar allí, dejarse llevar sin tiempo ni límite, seguir a las bandas y grupos de baile hasta el infinito. Y por cierto, quedarse quieto un rato en la plaza, reagruparse y ver que hay más allá. Hay que estar allí y ser parte del ritmo aparentemente caótico que nos hace caminar entre multitud y disfrutar una realidad que es mucho más de lo que vemos. Las oportunidades de captar imágenes son infinitas, con situaciones, rostros, detalles de la fugacidad icónica que lo inunda todo. Conviene asumir lo que el fotógrafo Sergio Larraín llamaba "estado de gracia fotográfico" y esperar que entre el universo, la cámara y el ojo, se produzca una sincronía que premiará lo observado con imágenes inolvidables.

Finalmente, como ocurrió hasta el año pasado, la plaza queda vacía, la última banda con su baile han partido, los peregrinos iniciaron el regreso a casa. Sin embargo, estas imágenes se resisten a que todo acabe olvidado por otros ritmos y ritos que impone la vida de ciudad. Tiene mucho sentido preservar y volver a compartir esta experiencia colectiva como sello de nuestra identidad

cultural. Vale la pena ir, quedarse varios días y finalmente comprender algo que es muy sencillo y profundo: los seres humanos (bailarines, músicos, cargadores, centinelas, religiosos, promesantes incluidos) en algún momento buscamos dar sentido espiritual a nuestro viaje por la vida y renovarlo cada cierto tiempo. A ratos, con los pies en la tierra, a ratos, mirando las estrellas.

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Invitamos a revisar el testimonio de los autores, en la siguiente cápsula audiovisual de UNAP TV.

 

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