Álvaro Levipan Lican, Académico de Kinesiología en UNAP Sede Victoria: la real pandemia

La real pandemia no es la producida por el COVID-19. Las enfermedades no transmisibles, relacionadas con la inactividad física y la conducta sedentaria, son de hecho las que lideran actualmente la morbimortalidad humana.

Se considera que una persona inactiva físicamente, es aquella que no cumple con las recomendaciones mínimas internacionales de actividad física para la salud, lo que corresponde a 150 minutos de intensidad moderada o a 75 minutos de actividad vigorosa por semana. Por otra parte, la persona que adopta una conducta sedentaria carece de movimiento durante las horas de vigilia en el día, por lo que no es lo mismo alguien con inactividad física que un individuo sedentario (Fuente: WHO, 2020).

Las cuatro primeras causas de muerte, en lo que va del 2020, corresponden a: COVID-19 confirmado (8.677), tumores malignos de los órganos digestivos (5.975), enfermedades isquémicas del corazón (3.947), COVID-19 sospechoso (3.932) y enfermedades cerebrovasculares (3.887). Si vemos la mortalidad por causas de los últimos cuatro años, la tónica es la misma, pero sin COVID-19 (Fuente: DEIS, 2020).

El ejercicio físico es considerado por la comunidad científica actual como un medicamento irreemplazable. Los efectos del ejercicio físico contemplan las áreas física-biológica, mental y social. Las causas principales de enfermedades que provocan muerte en la población mundial se previenen y tratan con la prescripción de ejercicio físico.

Entonces, además de las dolencias crónicas no transmisibles, como las patologías cardiovasculares, cerebrovasculares, obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, la mayoría de los tipos de cáncer, demencias, depresión, osteoporosis, artrosis, disfunción eréctil, Parkinson, esclerosis múltiple, síndrome de ovario poliquístico y las disfunciones y estados exceptuando la muerte (WHO, 2020): ¿Puede el ejercicio físico prevenir y tratar las enfermedades infecciosas como la infección por el nuevo Coronavirus de 2019?

Nuestra inmunidad innata nos protege, en primera instancia, de los antígenos o microorganismos patógenos (virus, bacterias y hongos con potencial dañino) y conforma la primera barrera de defensa. La inmunidad adquirida tiene la capacidad de memorizar a los antígenos (microbios patógenos) que se presentan y vulneran la primera barrera. Las respuestas inmunes son muy específicas y tienen la capacidad de neutralizar o destruir cualquier microorganismo o partícula potencialmente dañina para la estabilidad celular de los órganos y de los sistemas.

El ejercicio de intensidad moderada y regular tiene un efecto positivo sobre la inmunidad innata y adquirida; aumenta la población de leucocitos y de células asesinas naturales; incrementa los niveles de anticuerpos específicos (IgM e IgG) y la proliferación de linfocitos. Simplificando el relato, estimula, potencia y mejora la capacidad de respuesta de nuestras defensas ante infecciones por microorganismos patógenos, junto con demostrar también su efecto antiinflamatorio y antioxidante contra el antienvejecimiento.

Bachi y colaboradores, demostraron mediante un estudio experimental, que el ejercicio moderado y regular produce un aumento de los niveles de anticuerpos en respuesta a la vacunación contra la influenza en personas mayores físicamente activas versus personas mayores sedentarias.

La verdadera pandemia es la inactividad física y la conducta sedentaria. Ambas condiciones han aumentado con las medidas de control para evitar los contagios por el nuevo Coronavirus de 2019. Para beneficiarse de los efectos medicinales del ejercicio físico, este debe ser recetado por un profesional experto, respetando el principio de individualidad.