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Pandemia y Sentido de Comunidad
Estrella de Iquique
La pandemia por COVID 19 nos ha obligado a mirar nuestra sociedad y la forma que tenemos para vincularnos, relacionarnos y responder a las necesidades básicas de la existencia cotidiana. El sentido de comunidad nos ha desafiado a preguntarnos por el lugar que tenemos respecto del otro y su posibilidad de sobrevivencia. Usualmente hemos entendido el “sentido de comunidad”, como el principio que nos obliga a ser parte de un común, que nos invita a sentirnos pertenecientes a un origen compartido. Sin embargo, ante la desterritorialización de la enfermedad y las limitaciones que esto nos provoca pareciera ser que no es suficiente entenderla así.
La desesperación se instala como un síntoma insistente, en quienes observamos que las medidas comunes se muestran como impotentes ante los efectos de esta pandemia. Roberto Esposito en 2003 nos propone que la comunidad es el conjunto de personas a las que une, no una ‘propiedad’, sino justamente un deber o una deuda. Estamos obligados en el deber, en la deuda. Aparecen entonces grupos unidos por el desafío de no esperar a ser guiados en esta respuesta, sino mas bien afectados por el dolor y la pérdida de los otros. Desde lo emocional de esa observación es que se levantan instancias y dispositivos de apoyo que traspasan la territorialidad geográfica. Distintos grupos, con características heterogéneas en el presente, definidos por parámetros lejanos en el tiempo, responden organizando fondos, ollas comunes, oportunidades de ayuda y recolección de insumos para cubrir y ayudar a quienes no cuentan con recursos propios para responder al hambre, el abrigo, la imposible sobrevivencia de los efectos de la pandemia y el deterioro progresivo de la calidad de vida.
Los ex integrantes de colegios, universidades, trabajos y barrios se articulan y coordinan desde lugares geográficamente distantes, movidos por la conciencia abrupta de sus privilegios actuales. El sentido de la deuda moviliza la solidaridad, nos vuelve conscientes de pertenecer a una estructura desigual. Esta sensación nos recuerda que alguna vez estuvimos también desamparados y nos invita a abandonar la individualidad del presente, responsabilizándonos para ser con el otro, uno solo en la falta.