Portada Portal Patrimonial Columna de opinión El sentido participativo con nuestro territorio, para el aprendizaje en la educación, en el contexto virtual El sentido participativo con nuestro territorio, para el aprendizaje en la educación, en el contexto virtual

15/07/2021
Catherine Sylvia Rosas-Bustos

El sentido participativo con nuestro territorio, para el aprendizaje en la educación, en el contexto virtual

A que nos enfrentamos hoy como civilización, cuando pensamos ¿cómo y para que educamos?, considerando la amplia producción de información que proporciona hoy el internet y las nuevas tecnologías.

Donde, “la realidad física y la virtual se están desdibujando. Nuestro espacio de existencia está definido por la dualidad: lo físico y lo digital (virtual). Estas distinciones están cambiando rápidamente. Compramos con dinero digital. Construimos espacios digitales. Existimos en mundos online.” (Siemens, 2006, p.77)

 

La información y el conocimiento, ya no está concentrada en nuestras escuelas, universidades o viene solo desde la formación que realizan las familias, como era hace más de medio siglo. En la realidad virtual, incorporamos la información a voluntad, creando desde esta incorporación nuevos conocimientos, ideas, temas. Si existen preguntas, hay una red que nos da múltiples respuestas, cada quien, con estas respuestas, crea su realidad, pues si la realidad de su entorno no le acomoda, busca otra. Considerado este nuevo sistema de intercambio, Catela (2019), cita a Han (2018).

 

Donde al hablar de “hiperculturalidad, y llevando este aspecto al ámbito digital, Han llega a hablar del eros de la conexión y cita a Heidegger para afirmar que hoy la creciente conectividad del mundo crea una abundancia y profusión de relaciones y posibilidades, pero que ese espacio de posibilidad saturado (del que cada vez nos resulta más difícil salir), reduce el proyecto vital y la libertad de elección a una mera posibilidad heredada (Han, 2018, 26-27); una suerte de erótica que no remite siquiera a otro.” (p.63)

 

En este mundo virtual, podemos escoger al otro o simplemente anularlo. Dentro de los distintos estímulos visuales y auditivos que se ofrecen, este mar de opiniones, ideas e interpretaciones, desde la que exacerba el drama y la desgracia, o la que pone el mundo perfecto, desde un contexto de catálogo para un usuario. “De modo que ya no estamos obligados a pensar críticamente cuando encontramos por casualidad puntos de vista diferentes (viendo las noticias en televisión o leyendo un periódico). Lo que hacemos es simplemente escuchar el eco de nuestras propias creencias, rebotando de unos a otros.” (Siemens, 2006, p.77)

En este contexto, donde se está creando el nuevo conocimiento, la pregunta es, ¿cómo generamos conciencia?, ¿cómo situamos a un estudiante frente a la elección de la información?, ¿con que visión los disponemos a resolver los problemas que nosotros mismos hemos creado, a partir de una mirada productiva brutal, por sobre los valores o los ciclos naturales de nuestro territorio?

Una propuesta es la actuación o el equilibrio a través de un proceso de humanización de la educación que en este caso vendría a ser una rehumanización de ella.

“Hablar de la necesidad de reclamar una educación humanizada es, en primer lugar, situar en el centro del debate una serie de prácticas que propongan actuaciones que no siempre han sido determinadas adecuadamente; esto convierte a la “humanización” en una actitud pedagógica y antropológica nuclear, puesto que se le otorga la aspiración de regular nuestras actuaciones e interacciones, configurándola como dimensión en la que afluyen y a la que se engarzan los enormes caudales de acción a los que estamos sometidos.” (Pallares, 2020, p. 11)

 

En la búsqueda de una visión más humana, necesitamos crear enfoques pertinentes, en los distintos medios enseñanza y aprendizaje, para volver a mirar la realidad, como un lugar común.

Peñacoba (2019), cita a Alejandro Llano (2018), quien “habla de una cultura que considera la realidad como representación y espectáculo, donde la realidad queda abolida en muchas ocasiones, porque lo que se nos muestra, es ya más real que lo real y nos fascina, de modo que importa sobre todo ver y verse, mostrar y mostrarse, estar en la red.” (p. 229,230)

En este contexto, la pregunta se suscita casi de un modo intuitivo, ¿cómo logramos conectar a este ser humano con la realidad que habita? -humano quien tomará el timón de nuestro mundo en algunos años- ¿cómo desde la educación entregamos un enfoque para mejorar los equilibrios, ambientales, sociales, culturales y económicos, de nuestro mundo?

Donde “la salvación mediante el consumo nunca fue una proposición racional; sin embargo, a pesar de ello, el secularismo ha tenido un atractivo universal, pues ha seducido también a mentes no occidentales (fundamentalmente a aquellas que recibieron educación en occidente), que han acabado rendidas a dicha cosmovisión.” (Skolimowski, 2016, p.119).

Esta visión de salvación mediante el consumo, crea un contexto que requiere un cambio de visión, con un alcance vital dentro de la educación, que nos permita redirigir nuestro avance como humanidad.  Pues más allá de los contenidos necesarios para generar capacidades en los estudiantes, se debe integrar una base ética que permita accionar desde esta dimensión de la globalidad.

La situación, la expone el filósofo Chileno Gastón Soublette, (2020) donde plantea.

 

“Así como la ausencia de valores fundamentales, de la noción de sentido y la falta de un referente trascendente que sustente la conciencia del homo sapiens en esta peligrosa fase de su evolución, es imposible mantener un orden ético, pues ya no existen las motivaciones superiores para amar a nuestro prójimo y orar rectamente por principio. La carencia de un referente trascendente para concebir el destino de la criatura humana, pone fin a la vigencia real de los valores en qué se fundamentó la cultura histórica, como la que va desapareciendo gradualmente y, con ella, la espontánea tendencia de la voluntad de autosuperación”. (p.25)

 

Es imprescindible, la crítica constructiva a partir de este contexto, lo que nos dispone como objetivo, la búsqueda de un sentido, que pueda incorporarse o adecuarse en las escuelas y universidades, que aporte a la reconexión de los estudiantes con su territorio y con el otro, ese otro que la virtualidad, puede borrar.

En consecuencia, se requiere también cuestionarse y trabajar lo que plantea Pallares, (2020), citando a Sanz y Serrano, (2017), donde “la reflexión sobre cómo están determinados estos aprendizajes por la antropología social y cultural del contexto de los centros escolares, que no solo condicionan el sentido de lo que se enseña, sino también la manera mediante la cual se lleva a cabo esta enseñanza”. (p.15)

Si bien es cierto que la información digital, ha penetrado en todos los ámbitos de la vida y es hoy omnipresente, siendo una clave de supervivencia, hoy más aun, en el contexto de la pandemia del COVIT 19, es importante trabajar en la creación de estos enfoques en las herramientas pedagógicas, en sentido contrario: la experiencia en la realidad de nuestro territorio. Una que permita incorporar a la conciencia del estudiante, la responsabilidad cultural, social y ambiental que implica ser interventores de nuestros entornos.

Según los planteamientos de Froebel, (2003), donde expone que “según Jerome Bruner, psicólogo y asesor educativo, la sociedad tecnológica nos lleva a establecer una educación más allá de la información adquirida, situar el conocimiento en el contexto de la acción, responder a las necesidades sociales reales”. (p.548) Quizá detenerse en la realidad sea un proceso imprescindible en el acto educativo.

Comprender que, en la situación actual, la tecnología solo entrega información, similar a una memoria externa para cada individuo, sin implicar un contexto ético o enfoque, sobre la necesidad de esta, en la realidad. La elección de información, se deja en manos del estudiante o el individuo, por lo cual está en manos de su criterio.

Guiar la conformación del criterio para elegir, se convierte en un ejercicio tan importante como el de la búsqueda de la información. Escanear los millones de páginas web y atender las múltiples aplicaciones de las redes, es un acto inescrutable.

 

Esta información no considera una ética de acción, pues “la relación del ser humano con la tecnología es compleja. Por un lado, la utilizamos para ampliar nuestros sentidos y capacidades. A diferencia de los animales, el ser humano transforma su entorno, adaptándolo a sus necesidades, las reales y las socialmente inducidas, pero termina transformándolo a él mismo y a la sociedad.” (Froebel, 2003, p. 548-549)

En este riesgo, es de significativa importancia mirar el sentido que hoy crea y gestiona el conocimiento, en las formas de aprendizajes, como están vinculadas a los entornos, a las culturas, para poder buscar una ética de acción, que aporte de forma implícita en las visiones de los estudiantes e individuos, a los cuales estamos enseñando. 

“Pues ya no es un secreto para nadie que en materia de medio ambiente estamos corriendo el riesgo de un colapso generalizado del orden natural. Pero, aun así, como si tal no fuera el peligro enunciado como la humanidad está intuyendo, a estas alturas de la historia, que en este funcionar mecánico que anula su vida real se corre el riesgo de dejar de ser humano”. (Soublette, 2020, p.18.)

Este funcionar mecánico al que se refiere Soublette, necesita recibir un cuidadoso escrutinio. Buscando como incorporamos a la realidad y de cómo esta le puede otorgar un sentido consiente de nuestro entorno, a la enseñanza y al aprendizaje. Debiendo trabajarse, como base, tanto a nivel formal en nuestras escuelas y universidades, como también a nivel de comunidad y sociedad, dentro de los términos de la educación informal, dentro del contexto de la globalización.

Donde nuestra participación, como plantea Fals Borda (1987) busque crear una relación de sujeto-sujeto, cuando en la creación de nuevo conocimiento, nos incorporamos, con nuestro entorno y nuestra comunidad.

Esta visión podría dar una componente vital a nuestro enfoque, en la reconquista de nuestro territorio, después de una pandemia que nos alejó aún mas de nuestro espacio social y cultural. Dándonos una dirección, para volver a las calles de nuestras ciudades y pueblos, en búsqueda de un sentido, donde el aprendizaje desde la activación de nuestro patrimonio local, se convierta en un capital trascendente, para guiarnos dentro del ámbito de la educación.

Catherine Sylvia Rosas-Bustos

Arquitecta UNAP

Doctora en Arquitectura y Patrimonio Cultural-Ambiental Investigación, Reflexión y Acción, Universidad de Sevilla.

Universidad Arturo Prat, Iquique, Chile.

crosas@unap.cl

territorialc@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-3999-3463

 

REFERENCIAS

 

 

Fals Borda y Rodríguez Brandao C. (1987) Investigación Participativa. Montevideo: La Banda Oriental.

 

Catela I. (2019). Fundamentos éticos del derecho a la desconexión digital,  Revista Internacional Jurídica y Empresarial, (2), 61-80, recuperado en https://doi.org/10.32466/eufv-r.i.j.e.2019.2.543.61-80, 64.

 

Froebel F. (2003). La educación del hombre, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, recuperado en https://www.biblioteca.org.ar/libros/88736.pdf, 548, 549.

 

Pallarès M. P. (2020) Educación humanizada. Una aproximación a partir del legado de Heinrich Rombach, Estudios Sobre Educación / Vol. 38 / 9-27, recuperado en https://revistas.unav.edu/index.php/estudios-sobre-educacion/article/view/36741/33975, 11, 15.

 

Peñacoba-Arribas A. (nov 7, 2019). Catela, I. (2018). Me desconecto, luego existo. Propuestas para sobrevivir a la adicción digital. Madrid: Encuentro, 127 pp. Estudios sobre Educación/ Vol. 37 / 228-231, recuperado en https://revistas.unav.edu/index.php/estudios-sobre-educacion/article/view/38055, 229, 230.

 

Siemens G. (2006). Conociendo el conocimiento, Internet, Editorial Nodosele, traducción 2011, Londres, Inglaterra, recuperado en http://www.nodosele.com/editorial, 77.

 

Soublette G. (2020). Manifiesto peligros y oportunidades, Chile: Ediciones UC, 18, 25.

 

Skolimowski H. (2016). La mente participativa una nueva teoría del universo y del conocimiento, España: Editorial Atlanta, 119.


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