EL CONTEXTO DE CAMBIO, EL ADULTO Y LA UNIVERSIDAD

Reflexión Académica

2023,1

 

Vivimos la época del cambio, situación que distingue el momento actual de todas las épocas que le han precedido. Se trata de un cambio rápido, vertiginoso, que va de la mano con el avance tecnológico y científico, donde los sistemas de información y conocimiento han sobrepasado la posibilidad de imaginación, llegando a mover a millones de personas tras objetivos comunes de movilidad social y cambios que alcanzan la política, transformando las sociedades.

 

El contexto en que vive y se desarrolla el adulto es complejo y exige a las personas una constante adecuación, lo que trae aparejada la necesidad de educarse ya no sólo para adaptarse a lo conocido sino para un futuro impensado. “Se trata, pues, de prever un sistema de educación que pueda dar respuesta a las necesidades de los adultos en una sociedad en cambio permanente, se trataría, en definitiva, de una educación que preparara para la anticipación y la innovación, y dejara de ocuparse de una educación para la adaptación. Nos encontramos en el tránsito de una sociedad industrial a la postindustrial, siendo este tipo de sociedad al que nos dirigimos, el que va a constituir el marco de la educación de adultos” (Villanueva Roa, 2001, págs. 165-171). 

 

En visión de Alain Touraine (1968) estamos ante una sociedad post industrial donde la investigación, la transmisión y la formación del saber son la preocupación fundamental para el desarrollo de las sociedades. Lo central en este tipo de sociedad es la creatividad lo que lleva a pensar en la capacidad de programar el cambio. Se trata de una sociedad cuya principal preocupación es la apropiación del conocimiento. Todo ello cambia radicalmente el papel que está llamada a jugar la universidad. «El auténtico protagonismo de la Universidad y de la escuela, tiene que dirigirse a ayudar a pensar a la persona: enseñar a aprender; a inculcar amor profundo por la idea de conocer, más que a dar información a saber dónde buscarla y cómo seleccionarla e interpretarla; a generar nuevos conocimientos» (Escotet, 1990, pág. 186).

Se hace necesario que la universidad ofrezca a los adultos una alternativa de educación, no para que se adecuen al cambio sino para adelantarse a él. Muchos conocimientos que el adulto ha incorporado a su vida, los cuáles no son inútiles porque hacen parte de su formación general, dándole sentido a lo que ha aprendido, ya no son parte del funcionamiento de las organizaciones donde debe desempeñarse como trabajador. Son conocimientos obsoletos que imponen una realidad donde el adulto se ve impulsado a adquirir nuevas herramientas culturales propias de la innovación permanente del mundo laboral.

 

El adulto trabajador que aprende requiere de docentes cuyos objetivos no sean que el alumno reproduzca el conocimiento tal y cual se le enseña erigiéndose como la fuente principal de la información. El estudiante adulto, como por los estudiantes necesita hoy construir su conocimiento, otorgando significado y sentido a lo que se le enseña. Requiere de una actitud de diálogo por parte de quien enseña, una actitud de apertura a los conocimientos y experiencias que el estudiante adulto carga como bagaje cultural producto de la vivencia en el mundo del trabajo.

 

La necesidad de responder a estas nuevas necesidades de aprendizaje en el mundo adulto llevan a pensar en una educación permanente y continua que apunte no sólo a reforzar los conocimientos ya adquiridos, sino que proponga a quienes aprenden una formación que implique incluso un cambio en sus maneras de aprender, un protagonismo que no se ha visto a nivel universitario donde, en gran medida se replican las prácticas escolares de enseñanza y aprendizaje, prácticas que la escuela y el liceo también tienden a abandonar.

 

Se trata de proponer una educación que permita a los sujetos reflexionar sobre sus modos de aprender y de abrirse, como un protagonista de sus procesos de aprendizaje y desarrollo, a la innovación y al cambio permanente, propios de la sociedad que vivimos. Se trata de proponer una práctica educativa donde los estudiantes adultos sean capaces no sólo de construir conocimiento, sino de apropiarse de herramientas que necesita para transformar la cultura en el mundo de hoy.

 

Se trata de una formación que debe combinar lo cognitivo y lo afectivo en un esfuerzo interdisciplinario que provoque que el sujeto siga aprendiendo por si mismo, con espíritu crítico y creativo, de manera que pueda anticiparse al futuro. “La educación es sencillamente un proceso sin fin y el aprendizaje un viaje continuo sin retorno. La Universidad y de forma más general la Escuela, tiene que revolucionar su naturaleza actual para estar cambiando sin pausa, para crear impronta en su comunidad de que el aprendizaje es la capacidad del hombre para anticiparse al futuro, para resolver las situaciones nuevas, para arriesgarse a pensar para seguir aprendiendo” (Escotet, 1990, pág. 186).

 

Referencias bibliográficas

Escotet, M. A. (1990). Visión de la universidad del siglo XXI: dialéctica de la misión universitaria en una era de cambios. Revista española de pedagogía, 211-228.

Touraine, A. (1968). La sociedad postindustrial y la formación permanente. París: Pueblo y Cultura.

Villanueva Roa, J.(2001). El aprendizaje de los adultos. Medicina de Familia, 165-171.

 

Irving Cadamuro Inostroza

Académico e investigador en Andragogía

Ph.D in Business Administration

Magíster en Finanzas

Magister en Docencia en Educación Superior

Magíster en Desarrollo Curricular y Proyectos Educativos

 

Fernando Velásquez Díaz

Académico e investigador en Andragogía

Magíster en Administración de Empresas

Diplomado en Gestión Pedagógica

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